Ya estamos en diciembre, la última hoja del calendario, qué cuando arrancamos hace que pensemos en lo realizado en los últimos meses y nos ayuda a soñar y planear lo que haremos en los próximos.
Es el mes en el que termina el otoño, con su abanico de colores ocres, rojos y amarillos y en el que empieza el invierno, donde la naturaleza descansa y toma fuerzas para renacer en primavera.
Un mes bullicioso, lleno de color y sonido; con canciones pegadizas y villancicos en calles y tiendas; donde se compran objetos de broma, matasuegras y sombreritos para ser un poco niños y algo más gamberros.
Con adornos luminosos en las calles; con árboles y abetos adornados con luces, espumillón de colores y bolas de cristal; con belenes en los que no falta el portal con María, José y el Niño acompañados del buey y la mula, los angelitos, los pastores y sus ovejas, las lavanderas y sus canastos, los mercaderes en sus tiendas, el pueblo y el castillo de Herodes con los soldados, alguna fuente, quizás un molino, algún río, mucho musgo y el estanque con patos y peces.
Lleno de reuniones, comidas y celebraciones en las que te encuentras con personas que aprecias y quieres y con otras a las que ni conoces e incluso te molestan. En estas reuniones entre chistes, bromas, anécdotas y quizás alguna copita de más, se estrecharán lazos, nacerán amistades, te divertirás, puede que hasta te aburras un poco y recordarás a los que ya no están.
Un mes en el que la ilusión nos acompaña pensando que este año acertaremos con los regalos que hemos comprado y que acertarán con los nuestros y no tendremos que cambiarlos. Muchas veces odiado por las personas que se sienten obligadas a estar contentas, a comprar y consumir cuando lo marcan el calendario y los motivos comerciales.
En fin, un mes con dos caras, una alegre y bondadosa y otra triste y melancólica; y a la vez un punto de inflexión que nos ayuda a seguir viviendo, a tomar impulso para realizar proyectos, a recordar lo vivido, a intentar solucionar conflictos, a acercarnos a los demás. Su ambiente nos llena de alegría porque nos acerca a nuestra infancia, y nos permite olvidar, por un momento, problemas y conflictos, para hacernos un poco mejores, menos orgullosos y egoístas, compartiendo tiempo, presentes y comida con familia, amigos, compañeros y vecinos. Yo lo llamo el “espíritu de la Navidad”.
La UPCM (Universidad Popular Carmen de Michelena de Tres Cantos) también siente este espíritu navideño y se engalana con las actividades realizadas, sus aciertos y sus errores, como adornos llenos de color. Echa en falta a los que ya no están. Y celebra con todas las personas que la acompañan, que este año sigua trabajando, creciendo y mejorando, con una nueva Junta, que llega con mucha ilusión y proyectos, se siente apoyada y espera ser comprendida y ayudada.
Desde la UPCM, deseamos que el “espíritu de la Navidad” nos llegue a todos y nos permita vivir cada instante para saborearlo y extraer de él una enseñanza que nos haga ser más felices, porque “ser feliz” es vivir el momento con conciencia, y que nos convierta en mejores personas para ayudarnos a compartir, colaborar, aprender, enseñar y disfrutar de todo lo que tenemos a nuestro alrededor. ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!