Benito Pérez Galdós (1843-1920): un escritor heredero de la tradición humanista española

Conocemos muy bien el aprecio que Galdós llegó a tener por el siglo XVI y por el humanismo español gracias a las clases de quien fuera su profesor de Literatura Latina en el curso preparatorio de Derecho (los alumnos tenían obligación de cursar esta materia junto con Historia y Geografía). Fue la hispanista francesa ya fallecida Josette Blanquat quien nos lo puso de manifiesto hace ya cincuenta años, cuando se cumplía el medio siglo de la muerte del escritor. 

Pérez Galdós convirtió la novela en un laboratorio al servicio del análisis de cuestiones clave en la convivencia humana y ahí la cuestión religiosa ocupaba una posición central. Y que lo había hecho desde el principio, pero, de manera más precisa, con un artículo que formaba parte de sus colaboraciones en el periódico La Prensa de Buenos Aires, publicado el 5 de mayo de 1985 y titulado “El sentimiento religioso en España”. Era una reflexión en profundidad sobre la articulación de la religión, la filosofía y la ciencia en la conformación de la sociedad. Al fondo estaba Blanco White, quien había mostrado su crítica cuando se enteró de que la constitución mexicana de 1821 mantenía el catolicismo como religión de Estado tal como lo había hecho la española de 1812. Tras este artículo, Pérez Galdós emprendió una serie de novelas que coincidieron en el tiempo con la conmemoración del IV Centenario, en 1892, y en ellas se propuso  revisar la España del siglo XVI. Son cuatro novelas: Ángel Guerra –con dos partes, Nazarín y Halma, las dos en que se inspiró Buñuel–; la para mí central Misericordia, adaptada también al cine por Zacarías Gómez Urquiza en 1953 y por Alfredo Mañas al teatro, pieza interpretada magistralmente por José Bódalo y María Fernanda D`Ocón ; luego Casandra, de 1905, que tuvo una adaptación teatral realizada por el propio Galdós, estrenada cinco años después; y una obra de teatro probablemente escrita hacia ese año de 1892, Santa Juana de Castilla, publicada en 1918 interpretada por Margarita Xirgu, exiliada, tras la guerra, en Uruguay; y, finalmente, un prólogo muy doctrinal puesto al libro de José María Salaverría, Vieja España, con una crítica soterrada a la reina Isabel. 

Sería María Zambrano, en plena la guerra civil, quien escribiera sobre Misericordia, novela que le proporcionaba las claves que buscaba para la construcción de la convivencia en tiempos de guerra, una manera de recomenzar la historia. La misericordia, a su vez, remitía a la reflexión que sobre la concordia había formulado Luis Vives en 1529, también en tiempo de guerras.