Rodrigo García-Quismondo Hurtado
CAMINANDO POR LA MANCHA
SEGÓBRIGA: El nombre de Segóbriga deriva de dos términos de origen celtíberico, lengua de la rama celta indoeuropea. El topónimo vendría del término “Sego-“, que significaría victoria (prefijo también presente en el nombre de las ciudades de Segovia, Segorbe, Segeda y Segontia), y del sufijo “-briga”, que significaría ciudad, fortaleza. Por lo que su traducción vendría a ser "Ciudad de la victoria" o "Ciudad victoriosa". El término “-briga” es muy común en los topónimos de la región celtíbera o de expansión de las lenguas célticas en la península ibérica.
En el año 1888 se halló un sepulcro colectivo (II milenio a. C.) de la Edad de Bronce (asentamiento celtibérico) en la Cueva de Segóbriga, excavada en piedra caliza y que se encuentra cercana al Cerro de Cabeza de Griego. Tal hallazgo fue publicado en el año 1893. En el lugar aparecieron tanto restos humanos como útiles cotidianos.
Cabe conjeturar que inicialmente sería un castro celtíbero que dominaba la hoya situada al norte de la ciudad, quedando defendido por el río Cigüela, que le servía de foso. Sus restos no han aparecido, pero un fragmento de cerámica ática del siglo V a. C. testimonia su ocupación desde esa temprana fecha.
Las primeras noticias que se tienen de Segóbriga son del geógrafo griego Estrabón, que hace una referencia muy breve y poco precisa. Sólo indica que, en la región celtibérica, alrededor de Bílbilis y Segóbriga, combatieron Quinto Cecilio Metelo Pío y Sertorio. Por tanto, nos enmarca geográficamente la ciudad de Segóbriga: la sitúa en plena Celtiberia. Cabe destacar que esta antigua zona olcade fue arrasada en las Guerras de Sertorio y sustituida por la Segóbriga romana.
A partir de unos textos de los siglos III y II se llama olcades a los habitantes de esa zona hacia las Serranías de Cuenca, hacia la Alcarria y Guadalajara se les llama lusones, y hacia Toledo, carpetanos. Por tanto, los habitantes de la zona y la antigua ciudad serían olcades o carpetanos. En el siglo I Sexto Julio Frontino, en su obra Strategemata, menciona en dos ocasiones a Segóbriga. En ellas describe el ataque realizado por el lusitano Viriato contra Segóbriga (año 146 a. C.) debido a su alianza con Roma durante la conquista de Hispania por parte de ésta. Así, en una de ellas comenta:
Viriato disponiendo sus tropas en emboscada, envió a unos pocos a robar el ganado a los segobrigenses; como saliesen éstos en gran número para castigarlos, echaron a correr aquellos, simulando que huían,...
Y en la otra, comenta:
Viriato volvió sobre sus pasos y lo recorrió en uno solo, cayendo sobre los segobrigenses desprevenidos, cuando más ocupados estaban en sus sacrificios.
Pero nada refiere Frontino en torno a la ubicación de Segóbriga.
Plinio en su Naturalis Historia, en el apartado 24, enumera los pueblos que pertenecen al Convento Jurídico de Caesar Augusta, entre los que figuran los ercavicenses (de la ciudad de Ercávica, vecinos de los segobrigenses). Más adelante, en el apartado 27, define a Segóbriga y su zona como caput Celtiberiae («cabeza de Celtiberia»), que llegaba hasta Clunia (finis celtiberiae), siguiendo un orden geográfico del Sur hacia el Norte, lo que hace pensar, junto con los datos anteriores, que la zona de Segóbriga era el límite entre los celtíberos y los carpetanos.
Más tarde, en el apartado 36 de su Naturalis Historia Plinio menciona la explotación de lapis specularis , una variedad de yeso especular traslúcido muy apreciado en la época para la fabricación de cristal de ventanas y que sería durante mucho tiempo parte importante de la economía de Segóbriga. Este mineral era extraído de minas halladas en "100.000 pasos alrededor de Segóbriga", y Plinio nos asegura que "la más traslúcida de esta piedra se obtiene en la Hispania Citerior, cerca de la ciudad de Segóbriga y se extrae de pozos profundos.
Tras su conquista romana a principios del siglo II a. C., en las Guerras Celtíberas, Segóbriga debió de convertise en un oppidum o ciudad celtibérica. Tras las guerras de Sertorio, entre los años 80 y a. C., pasó a ser el centro de toda esa parte de la Meseta, con el control de un amplio territorio.
En tiempos de Augusto, alrededor del año 12 a. C., dejó de ser ciudad estipendiaria, que pagaba tributo a Roma, y se convirtió en municipium, ciudad gobernada por ciudadanos romanos, creciendo el estatus de la ciudad notablemente, lo que llevó a su auge económico y a un gran programa de construcciones monumentales que debió de finalizar en época flavia, hacia el 80, al que se deben los edificios públicos de ocio y la muralla (véase el apartado Construcciones de Segóbriga) que hoy se pueden admirar. La ciudad fue un importante centro de comunicaciones. De esta época también es la emisión de moneda en su ceca y la construcción de una parte de la muralla. Al finalizar el mandato de Vespasiano la ciudad se encontraba en su punto más alto, habiéndose finalizado ya las obras del teatro y el anfiteatro, y encontrándose plenamente integrada social y económicamente en el Imperio romano.
En época visigoda, a partir del siglo V, todavía debía de ser una ciudad importante, pues se conocen restos de varias basílicas y de una extensa necrópolis (según hallazgos de 1760–1790),
Su despoblación definitiva debió de iniciarse tras la invasión musulmana de la Península Ibérica, cuando sus obispos y élites gobernantes huyeron hacia el norte, buscando el amparo de los reinos cristianos, como se sabe que ocurrió en la vecina ciudad de Ercávica (Cañaveruelas, Cuenca). De estas fechas son los restos de una fortificación musulmana que ocupa la cumbre del cerro.
Tras la Reconquista, la población de los contornos se desplazó al actual pueblo de Saelices, situado 3 km más al norte, junto a la fuente que nutría el acueducto que había abastecido a la antigua ciudad de Segóbriga. Olvidado ya su nombre, la colina que ocupaba pasó a denominarse "Cabeza del Griego", con una pequeña población rural dependiente de la villa de Uclés, situada a sólo 10 km, llegando a usarse sillares extraídos de las ruinas para las construcción de su convento-fortaleza.
Desde entonces se acentuó su paulatino abandono hasta quedar sólo la pequeña ermita construida sobre las antiguas Termas Monumentales, último testimonio de la antigua ciudad conservado hasta la actualidad.
BELMONTE: Las excavaciones realizadas en la Colegiata en 1976 con motivo del hundimiento de parte del ábside, pusieron al descubierto las ruinas de una anterior iglesia visigótica, tal vez del siglo V, lo que prueba que la población es más antigua de lo imaginado.
Erróneamente en algunos documentos aparece con el nombre de «Las Chozas», cuando resulta que desde siempre se le denominó Bellomonte.
En la Bula del papa Inocencio III a García obispo de Cuenca lo denomina Bellomonte, a causa del monte que rodeaba al pueblo.
En 1294 figura en el libro de cuentas del rey Sancho IV entre los pueblos en los que se recogió moneda para pagar a los caballeros que habían de acompañar a don Juan Manuel a tierra de Murcia.
En 1323 comienza a cobrar importancia histórica, pues en el Chronicon Domini Joannis Enmanuelis, dice que en 1323 Don Juan Manuel (sobrino de Alfonso X el Sabio) comenzó a construir las murallas de «Belmont» y en la misma época construyó el Antiguo Alcázar.
El primer miembro de la familia Pacheco que fue señor de esta villa fue don Juan Fernández Pacheco, a quien se la concedió el rey Enrique III por privilegio firmado en Tordesillas el 16 de mayo de 1398, dándose como razón «por ser persona de gran importancia para la guerra».
El señorío lo heredó su hija María, que se casó con Alfonso Téllez Girón y Vázquez de Acuña. El matrimonio tuvo dos hijos, Juan Pacheco y Pedro Girón (que nacieron en Belmonte). Heredó el señorío D. Pedro Girón. El primogénito era Juan Pacheco, primer marqués de Villena, quien ordenó construir el Castillo de Belmonte en 1456 y la Colegiata de San Bartolomé en las mismas fechas que el castillo.
Entre los siglos XV y XVIII, Belmonte tuvo su época dorada de la cual se conservan numerosos edificios.
Colegiata de San Bartolomé
Colegiata gótica del siglo XV: construida sobre una anterior iglesia visigótica. Destaca la sillería del coro, del siglo XV, tallada con historias bíblicas por Enrique Egas y procedente de la Catedral de Cuenca (de donde se trajeron en el siglo XVIII); es la primera sillería de coro tallada con imágenes de toda la Península Ibérica. Posee un órgano del siglo XVIII utilizado todavía para algunas celebraciones y conciertos de música sacra. En la pila bautismal, fue bautizado Fray Luis de León. Algunos retablos de los siglos XVI y XVII son interesantes.
El rey don Enrique II de Castilla, el 20-2-1367, en las cortes de Burgos, le concedió el privilegio de villazgo, eximiéndolo de la jurisdicción de Alarcón y concediéndoles el mismo fuero que el que tenían los vecinos del Castillo de Garcimuñoz. Un privilegio similar le había concedido previamente el rey Pedro I de Castilla en 1361.
El estilo del castillo de Belmonte es el gótico-mudéjar del siglo XV. Su construcción se inició en 1456 con don Juan Pacheco. Es muy probable que el arquitecto encargado de diseñar las trazas fuera Hanequin de Bruselas, que trabajó en la Colegiata, y que las continuara Juan Guas, quien está confirmado que trabajó para Pacheco en el monasterio del Parral en Segovia. Además, su estilo exterior es muy parecido al de Manzanares el Real en Madrid y al de Mombeltrán en Ávila, obras de Juan Guas.
No se sabe cuándo se finalizó su construcción. Se han dado como fechas probables 1470, 1472 y 1474, pero también se ha sugerido que en 1474 las obras se remataron rápidamente ante la inminencia de la guerra civil.
Durante la guerra civil (1475-1480) el castillo albergó al marqués, don Diego López Pacheco, quien hubo de desplazarse desde Alarcón para evitar una sublevación. Es falsa la leyenda que dice que aquí estuviera presa Juana la Beltraneja y que se escapara por la ventana norte del oratorio. Según la relación de los castillos en los que estuvo custodiada por don Diego López Pacheco, que nos dan los cronistas de la época, estuvo en Madrid, Escalona y Trujillo, pero no en Belmonte.
Por enlaces matrimoniales el castillo pasa a la casa de Montijo y, en el siglo XIX, lo heredó la condesa de Teba, Eugenia de Montijo, que se convertiría en emperatriz de Francia al casarse con Napoleón III. Ella lo mandó restaurar encargándole las obras al arquitecto Sureda, quien las realizó siguiendo los gustos de la época. Todo el exterior del patio de armas es obra suya, también la escalera principal y todas las chimeneas de yeso. También se restauraron varias de las techumbre. Las obras duraron desde 1857 a 1870 y terminaron con la caída del imperio francés, prosiguiendo su restauración su sobrino-nieto, el conde de Peñaranda Hernando Carlos Fitz-James Stuart y Falcó junto con el empeño del pueblo de Belmonte para conseguir su rehabilitación.
Para una visita al castillo, dada la riqueza y peculiaridad de sus artesonados mudéjares, se recomienda valerse de la audio guía que entregan a la entrada o seguir alguno de los libros especializados que se pueden encontrar en la tienda del castillo.
Es fama que bajo el artesonado octogonal de la habitación del marqués, éste ejerciera el derecho de pernada, pero no está confirmada esta noticia.
ALGUNOS PERSONAJES DE BELMONTE:
FRAY LUIS DE LEÓN: Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527 y murió en Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 23 de agosto de 1591) fue un poeta, humanista y religioso de la Escuela salmantina.
Fray Luis de León es uno de los escritores más importantes de la segunda fase del Renacimiento español junto con Francisco de Aldana, Alonso de Ercilla, Fernando de Herrera y San Juan de la Cruz. Su obra forma parte de la literatura ascética de la segunda mitad del siglo XVI y está inspirada por el deseo del alma de alejarse de todo lo terrenal para poder alcanzar lo prometido por Dios, identificado con la paz y el conocimiento. Los temas morales y ascéticos dominan toda su obra.
Fray Luis nació en Belmonte en 1527 o 1528. Residió y cursó sus primeros estudios en Madrid y Valladolid, donde su padre, abogado, ejercía la labor de consejero regio. Cuando cumplió los catorce años, se marchó a estudiar a Salamanca, ciudad que constituyó el centro de su vida intelectual como profesor de su universidad. Allí ingresó en la Orden de los Agustinos.
Estudió filosofía con Fray Juan de Guevara y teología con Melchor Cano. En el curso de 1556-1557 conoció a fray Cipriano de la Huerga, un orientalista catedrático de Biblia en Alcalá de Henares, encuentro que supondría una experiencia capital en la formación intelectual de Fray Luis.
Entre mayo y junio de 1560 obtuvo los grados de licenciado y maestro en Teología por la Universidad de Salamanca. Comenzó entonces su lucha por las cátedras
Estuvo un periodo en la cárcel (en Valladolid, en la calle que ahora recibe el nombre Fray Luis de León) por traducir la Biblia a la lengua vulgar sin licencia; concretamente, por su célebre versión del Cantar de los Cantares; su defensa del texto hebreo irritaba a los escolásticos más intransigentes, en especial al profesor de griego León de Castro y al dominico fray Bartolomé de Medina, quien estaba molesto contra él por algunos fracasos académicos y redactó una serie de proposiciones que lo llevaron a la cárcel junto a los maestros Gaspar de Grajal y Martín Martínez de Cantalapiedra. En prisión escribió De los nombres de Cristo y varias poesías entre las cuales está la Canción a Nuestra Señora. Tras su estancia en la cárcel (del 27 de marzo de 1572 al 7 de diciembre de 1574), fue nombrado profesor de Filosofía Moral. En la universidad fue profesor de San Juan de la Cruz, que se llamaba por entonces Fray Juan de San Matías.
Las envidias y rencillas entre órdenes y las denuncias del catedrático de griego, León de Castro, entre otros profesores, le llevaron a las cárceles de la Inquisición bajo la acusación de preferir el texto hebreo del Antiguo Testamento a la versión latina (la traducción Vulgata de San Jerónimo) adoptada por el Concilio de Trento, lo cual era cierto, y de haber traducido partes de la Biblia. Su prolija defensa alargó el proceso, que se demoró cinco largos años, tras los cuales fue finalmente absuelto. Parece cierto que se le puede atribuir la décima que presuntamente, al salir de la cárcel, escribió en sus paredes:
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado
y con pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa,
y a solas su vida pasa,
ni envidiado ni envidioso.
Tras salir de la cárcel, regresó a dictar su cátedra. Sus biógrafos cuentan que Fray Luís acostumbraba en sus años de docencia resumir las lecciones explicadas la clase anterior y que al volver a la Universidad, retomó sus lecciones con la frase “Decíamos ayer…” (Dicebamus hesterna die), como si sus 5 años de prisión no hubieran trascurrido.
En 1582 junto al jesuita Prudencio de Montemayor, fray Luis intervino en la polémica De auxiliis hablando sobre la libertad humana, lo que le llevó a ser denunciado nuevamente ante la Inquisición, aunque esta vez sin otra consecuencia que una suave amonestación del Inquisidor general
La muerte le sorprendió en Madrigal de las Altas Torres cuando preparaba una biografía de Santa Teresa de Jesús, cuyos escritos había revisado para la publicación; admiraba la labor de la monja reformadora y había pretendido incluso que ingresara en su orden. Tras su muerte sus restos fueron llevados a Salamanca, en cuya universidad descansan.
También pasó por Belmonte….
JORGE MANRIQUE: Se cree que Jorge Manrique nació en Paredes de Nava (Palencia), aunque también cabe la posibilidad de que naciese en Segura de la Sierra (Jaén), cabeza de la encomienda que administraba el maestre Rodrigo Manrique, su padre y principal estancia de los Manrique. Se suele afirmar que nació entre la segunda mitad de 1439 y la primera de 1440, pero lo único cierto es que no nació antes de 1432, cuando quedó concertado el matrimonio de sus padres, ni después de 1444, cuando Rodrigo Manrique, muerta doña Mencía de Figueroa, madre de Jorge Manrique y natural de Beas, pidió dispensa para casarse de nuevo.
La misma indeterminación existe en torno a su infancia, que quizá transcurrió en Segura de la Sierra, y su juventud, hasta 1465, año en que un documento le cita por vez primera. Lo que es seguro es que asumió por completo la línea de actuación política y militar de su extensa familia castellana: como sus demás parientes, fue partidario de combatir a los musulmanes y participó en el levantamiento de los nobles contra Enrique IV de Castilla, intervino en la victoria de Ajofrín y también jugó un papel en las intrigas y luchas en torno a la subida al trono de los Reyes Católicos, a favor de Isabel I y contra Juana la Beltraneja.
Su padre, Rodrigo Manrique, Conde de Paredes de Nava, que era maestre de la Orden de Santiago (aunque nunca fue oficialmente reconocido como tal), fue uno de los hombres más poderosos de su época y murió víctima de un cáncer que le desfiguró el rostro en 1476. Su madre murió cuando Jorge era un niño. Estudió Humanidades y las tareas propias de militar castellano. Su tío, Gómez Manrique, era también poeta eminente y autor dramático, y no faltaron en su familia otros hombres de armas y letras. La familia de los Manrique de Lara era una de las más antiguas familias nobles de España y poseía algunos de los títulos más importantes de Castilla, como el Ducado de Nájera, el Condado de Treviño y el Marquesado de Aguilar de Campoo, así como varios cargos eclesiásticos. Jorge Manrique se casó en 1470 con la joven hermana de su madrastra, doña Guiomar de Castañeda.
A los 24 años participó en los combates del asedio al castillo de Montizón (Villamanrique, Ciudad Real), donde ganó fama y prestigio como guerrero. Su lema era «Ni miento ni me arrepiento». Permaneció un tiempo preso en Baeza donde murió su hermano Rodrigo, tras su entrada militar en la ciudad para ayudar a sus aliados, los Benavides, frente a los delegados regios (el conde de Cabra y el mariscal de Baena). Se enroló después con las tropas del bando de Isabel y Fernando en la guerra contra los partidarios de Juana la Beltraneja. Como teniente de la reina en Ciudad Real, junto a su padre Rodrigo, hizo levantar el asedio que a Uclés habían puesto Juan Pacheco y el arzobispo de Toledo Alfonso Carrillo de Acuña.
Uclés
En esa guerra, en una escaramuza cercana al castillo de Garcimuñoz en Cuenca, defendido por el Marqués de Villena, fue herido de muerte en 1479, probablemente hacia la primavera. Como con el nacimiento, hay distintas versiones sobre el suceso: algunos cronistas coetáneos como Hernando del Pulgar y Alonso de Palencia dan testimonio de que murió en la misma pelea, frente a los muros del castillo, o justo a continuación.3 Otros, como Jerónimo Zurita, sostuvieron con posterioridad (1562) que su muerte tuvo lugar días después de la batalla, en Santa María del Campo Rus (Cuenca), donde estaba su campamento. Rades de Andrada señaló cómo se le encontraron entre sus ropas dos coplas que comienzan «¡Oh mundo!, pues que me matas...». Fue enterrado en el monasterio de Uclés, cabeza de la orden de Santiago. La guerra terminó pocos meses después, en septiembre.
Señor de Belmontejo de la Sierra (actual Villamanrique), comendador del castillo de Montizón, Trece de Santiago, duque de Montalvo por concesión aragonesa y capitán de hombres de armas de Castilla, fue más un guerrero que escritor, pese a lo cual fue también un insigne poeta, considerado por algunos como el primero del Prerrenacimiento. El idioma español sale de la Corte y de los monasterios para encontrarse con el autor individual que frente a un hecho trascendental de su vida, resume en una obra todo el sentir de su corta existencia y salva para la posteridad no sólo a su padre como guerrero, sino a sí mismo
Su obra poética no es extensa, apenas unas 40 composiciones. Se suele clasificar en tres grupos: amoroso, burlesco y doctrinal. Son, en general, obras satíricas y amorosas convencionales dentro de los cánones de la poesía cancioneril de la época, todavía bajo influencia provenzal, con un tono de galantería erótica velada por medio de finas alegorías.
Sin embargo, entre toda ella, destacan de forma señera por unir tradición y originalidad las Coplas por la muerte de su padre. En ellas Jorge Manrique hace el elogio fúnebre o planto de su padre, Don Rodrigo Manrique, mostrándolo como un modelo de heroísmo, de virtudes y de serenidad ante la muerte. El poema es uno de los clásicos de la literatura española de todos los tiempos y ha pasado al canon de la literatura universal. Lope de Vega llegó a decir de ella que «merecía estar escrita en letras de oro». En ella se progresa en el tema de la muerte desde lo general y abstracto hasta lo más concreto y humano, la muerte del padre del autor. Esboza Manrique la existencia de tres vidas: la humana y mortal, la de la fama, que es más larga, y la eterna, que no tiene fin. El propio poeta se salva y salva a su padre mediante la vida de la fama que le otorgan no sólo sus virtudes como caballero y guerrero cristiano, sino mediante la palabra poética; tal como concluye el poema:
COMIENZA
Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
fue mejor.
Y TERMINA
Assí, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos e hermanos
e criados,
dio el alma a quien gela dio
(el cual la ponga en el cielo
en su gloria),
que aunque la vida perdió,
dexónos harto consuelo
su memoria.
RUIDERA Y SUS LAGUNAS:
El Parque Natural de Las Lagunas de Ruidera, se encuentra enclavado en el denominado altiplano del Campo de Montiel, una amplia meseta entre las provincias de Ciudad Real y Albacete, con alturas que van desde los 700 a los 1100 metros en la parte más elevada. En este amplio territorio, la acción del agua sobre el material calizo, ha ido modelando conjuntamente el paisaje, configurando una meseta con multitud de arroyos, manantiales, afloramientos de agua, y complejos sistemas de lagunas y acuíferos subterráneos. El Paisaje de las lagunas de Ruidera está condicionado sin lugar a dudas por los materiales geológicos que lo constituyen.
Nos encontramos en un altiplano formado principalmente de materiales calizos, y dolomías del jurasico inferior, que se asienta sobre otros materiales pliocuaternarios y terciarios de arcillas impermeables así como margas y yesos del triásico. Estos materiales son los que conforman el acuífero subterráneo. Este acuífero del Campo de Montiel denominado Acuífero 24, recibe todos sus aportes por la infiltración del agua de lluvia, favorecido por la elevada permeabilidad de sus materiales calcáreos superiores, y las fracturas en estos materiales.
La mayor parte del agua de las precipitaciones se van poco a poco infiltrando en el subsuelo hasta el acuífero, haciendo que suba el nivel freático del propio acuífero, lento proceso que puede durar varios meses. Por otro lado cuando el relieve así lo permite, se produce el afloramiento de esta misma agua, en determinados puntos del parque natural en los denominados “Ojos”, o manantiales.
LAS LAGUNAS:
El sistema de lagunas esta formado por 15 lagunas que constituyen el valle del Alto Guadiana, a lo largo de 35 Km, estas lagunas se disponen como peldaños de una escalera que desde la parte más alta del valle, en las denominadas “lagunas altas”, desciende hacia la localidad de Ruidera y el embalse de Peñarroya, punto mas bajo del espacio natural. Existiendo entre la primera laguna y el embalse una diferencia de 120 metros. Este parque natural representa una formación geológica de singular belleza paisajística y natural, un paisaje único en la península, solo es comparable en Europa a los lagos escalonados de Croacia “lagos de Plitvice” de similar origen a nuestras lagunas de Ruidera. Y que ha sido declarado patrimonio de la humanidad.
El color blanco unido a la naturaleza química del agua origina las tonalidades azul verdosa tan características de Ruidera.
LOS TRAVERTINOS:
Las barreras que separan y hacen embalsar agua a las lagunas son las denominadas geológicamente barreras tobáceas, El origen de esta peculiar formación geológica, es la precipitación de carbonatos cálcicos por un sencillo proceso bioquímico del agua, sobresaturada en carbonato cálcico, que procede del acuífero.
Las especies vegetales, como líquenes o algas, durante su fotosíntesis eliminan el CO2 ,que al reaccionar con el carbonato disuelto en el agua lo precipita solidificando, y depositándose sobre las mismas plantas, plantas petrificadas denominadas estromatolitos. De esta forma se forman las denominadas repisas y cortinas de piedra, y las barreras travertínicas, estas últimas son las que originan las cascadas o saltos de agua, que tan representativas son de las lagunas, algunos saltos de hasta 8 metros de altura, Como las que podemos observar en El hundimiento, o las lagunas Santos Morcillo y Redondilla o Laguna Lengua.
La edad de las barreras tobaceas que observamos en la actualidad, se formaron hace 10.000 años aproximadamente, en el denominado periodo Holoceno. Anteriores a estas formaciones existieron otras barreras y lagunas, “anteriores ruideras”, con una datación geológica de entre 70.000- 130.000 años, en el periodo denominado pleistoceno superior, estas lagunas se encontrarían entre unos 5 y 25 metros por encima del nivel de las lagunas que podemos ver en la actualidad, y que son observables durante nuestra visita alrededor de las lagunas Tinaja, Lengua, o Colgada entre otras. La acción química sobre este material karstico, también origina distintas formaciones, oquedades, torcas, simas, etc. Un ejemplo de ello podría ser la “Cueva de Montesinos”, conocida por ser escenario de uno de los capítulos del Quijote.
….a la presencia de la señora Belerma; la cual, con vos, y conmigo, y con Guadiana, vuestro escudero, y con la dueña Ruidera y sus siete hijas y dos sobrinas, y con otros muchos de vuestros conocidos y amigos, nos tiene aquí encantados el sabio Merlín ha muchos años; y, aunque pasan de quinientos, no se ha muerto ninguno de nosotros: solamente faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por compasión que debió de tener Merlín dellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora, en el mundo de los vivos y en la provincia de la Mancha, las llaman las de Ruidera….
VILLANUEVA DE LOS INFANTES: En el término municipal de Villanueva de los Infantes hay numerosos testimonios de poblamiento ibérico oretano, romano altoimperial y tardorromano. No obstante, en el emplazamiento de la misma localidad no hay testimonios de ningún dato arqueológico con una cronología anterior a la Edad Media. Recientemente también se ha desmentido la supuesta existencia de la colonia romana de Anticuaria Augusta, supuestamente fundada por del liberto Marco Ulpio Gresario (CIL 3235), tal y como señala una leyenda.
El poblamiento de Villanueva de los Infantes parece derivar de la confuencia de las poblaciones medievales de La Moraleja, Jamila y el Castillo de Peñaflor. Jamila, situada frente al santuario de la Virgen de la Antigua, es un edificio columnado que, aunque tiene orígenes ibéricos, fue monumentalizado entre los siglos XIII-XIV. Según excavaciones recientes, el edificio se abandonó y acabó incendiado, lo cual puede coincidir con que a mediados del siglo XIV tanto la población de Jamila como la de Peñaflor se trasladaran a La Moraleja por razones de salubridad.
La Moraleja fue aldea dependiente de Montiel hasta que se convirtió en villa independiente el 10 de febrero de 1421 gracias al privilegio dado por el maestre de Santiago e infante de Aragón, Don Enrique. Según Carlos J. Rubio, el maestre dio este privilegio con fines políticos y también dio a la villa el primer nombre de Villanueva del Infante, que no fue aceptado por los enemigos de D. Enrique. En 1480 el maestre don Alonso de Cárdenas acabó con la controversia mandando que se llamase Villanueva de los Infantes en alusión a D. Enrique y sus hermanos.
Esta villa siguió creciendo y fue proclamada capital del Campo de Montiel (histórico) por Felipe II en 1573, momento en el que se establecieron la vicaría y la Gobernación. Figuras como Santo Tomás de Villanueva, el humanista Bartolomé Jiménez Patón, el artista Francisco Cano o grandes iconos culturales como Quevedo, Cervantes y Lope de Vega convirtieron la villa en un importante foco cultural y espiritual.
Con un relevante papel estratégico y militar en la Guerra de la Independencia, estuvo bajo dominio francés el 1 de enero de 1810 aunque este dominio duró menos de dos años. El 25 de julio de 1812 la Junta de la provincia de La Mancha juró y proclamó en su Plaza Mayor la primera Constitución Española, por lo que Infantes es la cuna del constitucionalismo manchego, acontecimiento que se conmemoró en 2012.
La decadencia de la población se inició a mediados del siglo XIX, al ser desposeída de su antigua gobernación en 1834 y de la vicaría en 1875. En 1895 la regente María Cristina le concedió el título de ciudad y ya en el siglo XX, en 1974, fue declarada Conjunto Histórico-Artístico y en 2004 considerada "El lugar de la Mancha" de Don Quijote por un equipo de la Universidad Complutense liderado por el doctor en sociología, natural de Villanueva de los Infantes, Francisco Parra Luna.
FRANCISCO DE QUEVEDO: Murió en Villanueva de los Infantes
A un juez “Mercadería”
Las leyes con que juzgas, ¡oh Batino!,
menos bien las estudias que las vendes;
lo que te compran solamente entiendes;
más que a Jasón te agrada el Vellocino.
El humano derecho y el divino,
cuando los interpretas, los ofendes,
y al compás que la encoges o la extiendes,
tu mano para el fallo se previno.
No sabes escuchar ruegos baratos,
y sólo quien te da te quita dudas;
no te gobiernan textos, sino tratos.
Pues que de intento y de interés no mudas,
o lávate las manos con Pilatos,
o, con la bolsa, ahórcate con Judas.
También Lope y Cervantes por aquí pasaron
Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.
Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.
Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.
Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho. Lope
Epitafios
Aquí yace el caballero,
bien molido y mal andante,
a quien llevó Rocinante
por uno y otro sendero.
Sancho Panza el majadero
yace también junto a él,
escudero el más fiel
que vio el trato de escudero.
Reposa aquí Dulcinea;
y, aunque de carnes rolliza,
la volvió en polvo y ceniza
la muerte espantable y fea.
Fue de castiza ralea,
y tuvo asomos de dama;
del gran Quijote fue llama,
y fue gloria de su aldea. Cervantes
MOTILLA DE AZUER: La Motilla del Azuer es un yacimiento prehistórico de la Edad del Bronce, situado en el municipio manchego de Daimiel. Fue declarado bien de interés cultural en la categoría de zona arqueológica el 20 de junio de 2013.
Los yacimientos arqueológicos que se conocen con el topónimo de motillas representan uno de los tipos más singular de asentamiento prehistórico de la península Ibérica. Ocupan la región de La Mancha durante la Edad del Bronce entre el 2200 y el 1500 a. C. Se trata de montículos artificiales, de entre 4 a 10 m de altura, resultado de la destrucción de una fortificación de planta central con varias líneas amuralladas concéntricas. Su distribución en la llanura manchega, con equidistancias de 4 a 5 kilómetros, afecta a las vegas de los ríos y las zonas deprimidas dónde hasta momentos recientes era frecuente la existencia de lagunas y áreas palustres. Las especiales características de este yacimiento, así como la monumentalidad de las estructuras de su fortificación, con muros de mampostería que conservan más de 8 metros de alzado, confieren al asentamiento del Azuer un carácter relevante dentro de la Edad del Bronce de la península Ibérica.
Durante la Edad del Bronce estos asentamientos fortificados ejercieron una importante función de gestión y control de recursos económicos. En el interior de sus recintos fortificados se protegían recursos básicos como el agua, captada del nivel freático mediante un pozo, y se realizaba el almacenamiento y procesado de cereales a gran escala, la estabulación ocasional de ganado y la producción de cerámica y otros productos artesanales.
El montículo de la fortificación, con un diámetro de unos 40 m, está integrado por una torre, tres líneas concéntricas de murallas y un gran patio. Su núcleo central está formado por una torre de mampostería de planta cuadrada, cuyos paramentos este y oeste conservan una altura superior a los 10 m. A su interior se accede mediante rampas embutidas en estrechos pasillos.
Dentro del área fortificada se delimitan otros amplios espacios: un patio y dos grandes recintos separados por una línea de muralla intermedia. En el interior del patio, de planta trapezoidal, los habitantes del Azuer excavaron un pozo, que perforó la terraza aluvial hasta alcanzar el nivel freático y abastecía de agua al asentamiento. Esta estructura hidráulica se mantuvo en uso durante todo el periodo de ocupación del yacimiento y alcanza por el momento una profundidad de al menos 16 m.
El recinto intermedio ocupa la mitad occidental de la fortificación entre la muralla intermedia y el paramento exterior del pasillo que circunda la torre. La funcionalidad de este recinto experimentó variaciones durante las distintas fases de ocupación del yacimiento, utilizándose como zona de estabulación ocasional de ovejas, cabras y cerdos y especialmente como almacén de cereales (cebada y trigo), con la aparición de silos de planta rectangular con estructura de mampostería y barro, sistema que se sustituye por el almacenamiento en grandes vasijas y capachos de esparto en las fases de ocupación más recientes
Las líneas de muralla más externas presentan unas características constructivas de gran interés por el desplome que experimentan sus paramentos hacia el interior de la fortificación, lo que plantea una serie de interrogantes sobre los sistemas constructivos del yacimiento y la dinámica de los mismos. En el interior del recinto delimitado entre las murallas exterior e intermedia se fueron construyendo a lo largo de la ocupación del yacimiento numerosos hornos de planta circular u oval con zócalos de mampostería y cubierta abovedada de barro, así como silos rectangulares para el almacenamiento de cereal.
La línea de fortificación más externa, circular y concéntrica a los sistemas de fortificación interiores, ofrece en su última fase de construcción un paramento ciclópeo de bloques de caliza. El acceso al interior de la fortificación desde el área del poblado se realizaba a través de pasillos paralelos a las murallas. El hábitat se sitúa al exterior de la fortificación en un radio de unos 50 metros. Las viviendas ofrecen planta oval o rectangular, con zócalos de mampostería y alzados de barro con postes embutidos. Asociadas a las casas se documentan grandes áreas abiertas dedicadas a actividades de almacenamiento y a trabajos de producción, en las que se localizan una alta concentración de fosas y restos de hogares u hornos, así como áreas destinadas a basureros.
La distribución de la necrópolis de la Motilla del Azuer coincide con el área del poblado, siguiendo un patrón corriente en la mayoría de las culturas de la Edad del Bronce peninsular. Los difuntos se inhumaban en posición encogida, dentro de fosas simples o en fosas revestidas por muretes de mampostería o lajas hincadas, que a veces se adosan a los muros de las casas o a los paramentos exteriores de la fortificación. Algunos niños se enterraron en el interior de vasijas. Los ajuares son escasos y poco representativos, salvo en casos excepcionales de individuos adultos enterrados con vasos de cerámica, un puñal de remaches de cobre arsenicado y un punzón de este mismo metal.
LAS TABLAS DE DAIMIEL: El parque nacional de Las Tablas de Daimiel protege el humedal homónimo, las Tablas de Daimiel. El parque nacional se encuentra situado en los términos de Daimiel y Villarrubia de los Ojos. Es además ZEPA y parte de la Reserva de la Biosfera La Mancha Húmeda.
El humedal se forma en la confluencia del río Guadiana y su afluente Cigüela y es uno de los ecosistemas acuáticos más importantes de la Península Ibérica por la variedad y calidad de la fauna y flora que habitan en ella, así como por aquellas aves que la emplean en los pasos migratorios.
Sin embargo, la supervivencia del parque peligra debido a la sobreexplotación de los acuíferos. Debido a esta degradación, el 22 de octubre de 2009 la Comisión Europea abre un expediente a España, mientras que la UNESCO ya había expresado con anterioridad la posibilidad de retirar la figura de Reserva de la Biosfera. La Unesco abrió un expediente contra España a instancias de la denuncia presentada en noviembre de 2007 por las organizaciones ecologistas (Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO/BirdLife y WWF); en ella se argumentaba que la Reserva de la Biosfera de La Mancha Húmeda y, en especial, Las Tablas de Daimiel, presentaban un alto nivel de degradación que suponía la pérdida de los valores que les habían hecho merecedoras de la calificación como Reserva de la Biosfera.
A finales de 2009 los incendios de turbas se habían sumado a la desecación para provocar una situación crítica. La degradación de la capa de turbas puede comprometer la impermeabilización del suelo que genera las balsas de agua o "tablas". Las medidas adoptadas para controlar los incendios se habían revelado insuficientes y, por ello, se aprobó un trasvase desde el río Tajo. Cuando las aguas del Tajo llegaban al parque natural, llegaron simultáneamente abundantísimas lluvias que hicieron innecesario continuar con el trasvase y que en los primeros meses de 2010 llenaron la totalidad de la superficie inundable del parque, sofocando de forma natural los incendios de turbas.
Desde entonces, las condiciones hídricas se han recuperado notablemente y el nivel del acuífero ha subido más de 20 metros, debido a la terminación del periodo de fuerte sequía y a las medidas que ya se habían venido adoptando para controlar la sobreexplotación del acuífero, entre ellas el control de las extracciones de los agricultores y la adquisición de fincas circundantes del Parque Natural, con el fin, entre otros, de adquirir también los correspondientes derechos de extracción, por lo que dos años más tarde el parque aborda la tercera primavera desde la recuperación de las condiciones hídricas en proceso de franca recuperación y con la ampliación de su tamaño por parte del estado como medida de protección.
HISTORIA: Ya en 1325 el infante Don Juan Manuel en su Libro de la caza pone de manifiesto las cualidades de las orillas del río Cigüela para la cetrería. Años más tarde, en 1575, Felipe II mandó redactar la relación en la cual se ordena literalmente que "se guardase muy bien". Las Tablas de Daimiel, así como otras zonas encharcadas de los alrededores, tienen una larga tradición como espacio de caza de aves acuáticas: en particular, el General Prim en 1870 y el rey Alfonso XII en 1875 cazaron en estos parajes.
En 1956 se promulga la Ley de Desecación de Márgenes del Gigüela, Záncara y Guadiana, una ley que se mantiene en vigor hasta 1973, fecha en que se declaran Parque Nacional las Tablas de Daimiel. Durante todos esos años, se construyen canales y desecan hectáreas de humedales. Sin embargo, la desecación de estas zonas húmedas en las márgenes de estos ríos tuvo una nefasta consecuencia para toda la zona: la amenaza de la desecación definitiva planeaba sobre lugares tan característicos aguas abajo como los Ojos del Guadiana o las propias Tablas.
Pero es a partir de los años 60 cuando comienzan los malos tiempos para las Tablas. Por un lado se aceleran las obras de canalización de los ríos manchegos desecando la zona y, por otro lado ya a comienzos de los 70, una extensión muy importante de regadíos acaba con los recursos hídricos del subsuelo.
La especial riqueza ecológica de las Tablas de Daimiel viene, -en opinión del conservador del parque Jesús Casas-, del hecho de que los dos ríos que confluían en el mismo tenían distinta salinidad. Mientras que el agua del acuífero 23, o lo que es lo mismo, la del Guadiana, es completamente dulce, la del Cigüela es salina, lo que creaba un paraíso para diferentes tipos de fauna y flora.
Paralelamente a los trabajos para la desecación del humedal y sus afluentes, Las Tablas fueron visitadas por ilustres científicos como Félix Rodríguez de la Fuente que, como paraje de singular característica, despertó en ellos un creciente interés poniendo de manifiesto sus riquezas faunísticas y botánicas, con sus publicaciones científicas, haciendo que la atención mundial se centrara en este punto del solar manchego. Así, obtuvo una calificación preferente en el llamado Proyecto MAR del UICN, plan destinado a la custodia y rescate de las áreas húmedas del continente europeo, que iniciaba sus pasos en 1965 con un catálogo de los lugares de mayor valor al respecto; que recomendaba al Gobierno su mantenimiento y protección.
Patrimonio biológico Las Tablas son el último representante de un ecosistema denominado tablas fluviales que se forman por los desbordamientos de los ríos en sus tramos medios, favorecidos por fenómenos de semiendorreísmo y por la escasez de pendientes.
El parque cuenta con unos humedales formados a partir de la confluencia del río Guadiana y su afluente Gigüela y es uno de los ecosistemas acuáticos más importantes de España debido a la fauna y flora que habitan en ella. También es importante por el gran número de aves migratorias que pasan por la zona como los ánades y los ánsares.
Las Tablas de Daimiel pueden considerarse, dentro de una clasificación hidrológica-estructural de los humedales, como un "hidrohumedal de recarga"; en teoría, con disposición plurianual de agua superficial, que recarga constantemente el acuífero infrayacente. Aunque en los tiempos actuales, a veces se asemeja más a un "higrohumedal", de recarga temporal.
Las Tablas de Daimiel están formadas por las aguas de dos ríos de diferente naturaleza, lo que las convierte en un ecosistema privilegiado: el agua del río Gigüela que procede de los páramos de Cabrejas en la serranía conquense aporta aguas salobres, mientras que el río Guadiana aporta aguas dulces que surgen de sus ojos aproximadamente a unos quince kilómetros al norte del parque nacional, en el término municipal de Villarrubia de los Ojos.
Flora El agua dulce del Guadiana favorece el crecimiento de marjales de carrizo (Phragmites australis, Phragmites communis), mientras que el agua salobre del Cigüela favorece el crecimiento de la vegetación palustre, principalmente la masiega (Cladium mariscus). La vegetación predominante es la palustre. El masegar abunda extraordinariamente, y es el más extenso de los que aún subsisten en Europa Occidental..
En las áreas menos profundas encontramos amplios grupos de aneas (género Typha), bayuncos (Scirpus lacustris), castañuelas (Scirpus maritimus) y juncos (género Juncus).
Una de las formaciones más característica del Parque Nacional son las praderas de carófitos, constituidas por diferentes especies del género Chara (Chara hispida, Chara major, Chara canescens) conocidas localmente como ovas, y que pueden forma un tapiz casi continuo en los fondos inundados. Esporádicamente, en las orillas de alguna de sus islas, crecen los tarajes (Tamarix gallica), única especie arbórea del parque nacional.
Fauna: En la fauna migratoria sobresale la garza imperial (Ardea purpurea), la garza real (Ardea cinerea), junto con la garceta (Egretta garzetta), los martinetes (Nycticorax nycticorax), el avetoro (Botaurus stellaris), el pato colorado (Netta rufina), el pato cuchara (Anas clypeata), el ánade silbón (Anas penelope), el ánade rabudo (Anas acuta), la cerceta (Anas crecca), el alcotán (Falco subbuteo), el zampullín chico (Podiceps auritus), el zampullín cuellinegro (Podiceps nigricollis), la cigueñuela (Himantopus himantopus), el buitrón (Cisticola juncidis), el bigotudo (Panurus biarmicus), etc.
En la fauna sedentaria cabe citar al cangrejo de río (Austropotamobius pallipes), que fue antaño muy abundante e importante fuente de ingresos para las familias de Daimiel, hoy casi está extinguido por estas aguas. Luego de la introducción en ellas del gran predador que es el lucio (Esox lucius) se ha puesto en peligro a las especies autóctonas tales como el barbo (Barbus barbus), la carpa (Cyprinus carpio) y el cachuelo (Squalius cephalus), que se hallan también amenazados de desaparición.
En la primavera y el verano se pueden encontrar anfibios y reptiles como la ranita de San Antonio (Hyla arborea), la 'rana común (Rana ridibunda), el sapo común (Bufo bufo), la salamandra (Salamandra salamandra), y las culebras de agua (Natrix natrix y Natrix maura).
De los mamíferos cabe destacar el turón (Mustela putorius), el zorro (Vulpes vulpes), la nutria (Lutra lutra), la rata de agua (Arvicola sapidus), así como los que viven en las proximidades: conejos (Oryctolagus cuniculus), liebres (Lepus capensis), comadrejas (Mustela nivalis) o jabalíes (Sus scrofa).
Merecen mención igualmente el aguilucho lagunero (Circus aeruginosus), la focha común (Fulica atra), la polla de agua (Gallinula chloropus), el ánade real (Anas platyrhynchos), el ánade friso (Anas strepera), el martín pescador (Alcedo atthis), el porrón pardo (Aythya nyroca) y el porrón moñudo (Aythya fuligula).
Sobreexplotación de los recursos hídricos: El Ministerio de Medio Ambiente reconoce la existencia de una degradación del entorno debido a una sobreexplotación de los recursos hídricos (de hecho, se transformaron cien mil hectáreas de secano en regadío en las últimas décadas), lo que "fue provocando un desembalse importante del acuífero que se tradujo en un descenso progresivo del nivel freático, cuya principal consecuencia fue la anulación de las descargas naturales que se producían en los Ojos del Guadiana y en Las Tablas de Daimiel
Pero existen evidencias de que el equilibrio ecológico de la zona se ha roto: la dificultad para encontrar un equilibrio que ayude a mantener este espacio natural ha obligado a las diferentes Administraciones a poner en marcha medidas para evitar esta degradación, como la limitación de las extracciones de agua del acuífero por parte de los agricultores o la adquisición de las fincas circundantes.
La situación extrema que se produjo a finales de 2009 alentó a diversas organizaciones ecologistas a presentar una denuncia contra España ante la UNESCO.El Consejo Científico de la Unesco debatió el 13 de junio de 2008 un informe, previamente elaborado, que recomendaba retirar cautelarmente la denominación, hasta 2015. La decisión fue dar al gobierno de España y a la Junta de Castilla-La Mancha tres años de plazo para la recuperación del parque, periodo tras el cual se plantearía de nuevo la posibilidad de retirar la calificación (cosa que no ocurriría en todo caso hasta 2015).
INCENDIOS SUBTERRANEOS: Como consecuencia de la sobreexplotación de los recursos hídricos, Daimiel comenzó a secarse. La turba seca prende por autoignición o por la propagación de un incendio forestal cercano, como así ocurrió en 1988 ) y más recientemente en 2009. Al secarse la turba, también se encoge y agrieta el terreno, agrandando así los canales en el interior de la turba. Estos canales permiten el movimiento de aire hacia el subsuelo, la entrada de oxígeno que aviva los incendios, y el escape de humos de los mismos y combustión latente desde el interior de la turbera. El incendio soterrado de 2009 se detectó el 26 de agosto.
En noviembre de ese año, la situación era muy grave. El suceso llevó a las autoridades a transportar dos grandes tuberías que inundaran el suelo del parque con agua procedente del Tajo. Desde tiempo atrás se habían venido realizando otras actuaciones tales como aplastar la turba con grandes palas para cerrar las grietas y evitar así que siga quemándose. Los encargados del parque afirman que un incendio soterrado es muy difícil de controlar. Hasta diciembre-enero el incendio permaneció activo y pudieron verse fumarolas salir del suelo (especialmente en los días de frío por la condensación del agua producto de la combustión).
Por otra parte, el gobierno decidió el 29 de octubre de 2009 emplear los derechos de extracción de pozos de las fincas de su propiedad con el objetivo de controlar el fuego.