EL MUDÉJAR SEGOVIANO
Hoy vamos a hacer un recorrido por el Mudéjar Segoviano, pero antes haremos una parada en Santa María la Real de Nieva que aunque fuera del estilo que hoy visitaremos, no se debe pasar de largo por su interés y belleza.
Santa María la Real de Nieva (Segovia)
En 1392 la reina Catalina de Lancáster mandó construir una iglesia en el lugar en que, según la leyenda, un pastor encontró la imagen de la Virgen (de la Soterraña), no muy lejos de la aldea de Nieva, al oeste de la actual provincia de Segovia.
Siete años más tarde la iglesia debió estar terminada y fue entregada a los Dominicos, momento en que se comienzan las instalaciones monacales.
En 1414 el edificio debió verse pequeño por lo que se manda derribar la cabecera y es sustituida por la actual, además del crucero. También se abre la monumental portada septentrional y se construye el claustro, quedando el conjunto terminado en 1432.
Después de las reformas del XVIII y los incendios de finales del siglo XIX, la hora del reconocimiento a tan ejemplar monumento llega en 1920 cuando son declarados Monumento Nacional el claustro y la citada portada.
Las obras de la primera fase (antes de 1414) se reducen a las tres naves que no asumen todavía el gótico pleno y se apegan a la tradición planimétrica románica.
La cabecera, incluida el crucero, de la segunda fase ya pertenecen al gótico predecible en fechas tan avanzadas.
Lo más hermoso es la puerta norte y sobre todo el claustro, que a pesar de ser una estructura del siglo XV, reproduce lo que perfectamente podría ser un claustro tardorrománico de finales del XII o comienzos del XIII. Es un cuadrilátero irregular con columnas geminadas, capiteles monolíticos y arcos ligeramente apuntados.
En una de las pandas podemos ver la entrada a la sala capitular con su estructura habitual de entrada (arco apuntado) rodeado de ventanales dobles con arco de medio punto, lo que constituye un arcaísmo románico.
Los capiteles del claustro reproducen escenas escultóricas con similar disposición que los tradicionales capiteles románicos, sólo que la talla es más naturalista e incide más en lo anecdótico, como es propio de la escultura gótica.
Escenas caballerescas y guerreras
Hay numerosos capiteles que muestran actividades típicas de los tres estados: los que trabajan, los que rezan y los que guerrean. En este caso, aparecen actividades de la nobleza, como la caza, especialmente del oso. También hay varios combates entre cristianos y musulmanes y de torneos.
Calendario Agrícola
Muy interesante es el grupo de capiteles que nos muestra un calendario agrícola con escenas que representan las actividades rurales durante el ciclo anual:
Marzo: Poda de las viñas con podadera.
Abril: Caballero con flores (¿Fiestas mayas?).
Mayo: Cetrería.
Junio: Siega de heno con guadaña para el forraje de los animales.
Julio y agosto: Siega del cereal y separado del grano mediante golpeo de las gavillas con el mayal.
Septiembre: Arado.
Octubre: Vertido del mosto desde un odre al tonel.
Noviembre: Matanza del cerdo.
Diciembre: Banquete navideño.
Enero: Dos hombre calentándose al fuego.
Febrero: Ante la paralización de las labores agrícolas, se aprovecha el tiempo para otros menesteres artesanales: elaboración de calzado.
Motivos decorativos
Aunque no podemos descartar, dado el apego románico que tiene este edificio, que algunas representaciones tengan carácter simbólico, lo más probable es que muchas de ellas tengan mera intención decorativa, como grandes hojas, árboles, dragones, esfinges, centauros, búhos, leones atrapando animales, etc.
La puerta monumental de la iglesia se encuentra en el costado norte. Es monumento nacional junto al claustro.
Es una enorme puerta de arquivoltas apuntadas cuyo tímpano tiene una serie de esculturas mutiladas que hace difícil su interpretación. A ambos lados aparecen dos estatuas sin cabeza que podrían ser los monarcas promotores de la iglesia.
En las arquivoltas se disponen figuras femeninas de santas, frailes dominicos y otras personalidades eclesiásticas y ángeles.
Las mochetas que sostienen este dintel muestran dos esculturas de gran interés porque su iconografía es típica del románico más que del gótico. A la izquierda aparece el busto de un animal, quizás u dragón o más probablemente un grifo que apresa a un conejo con sus garras. En el lado opuesto se nos muestra a un león que mantiene postrado a un hombre bajo sus patas delanteras. Esta iconografía aparece en templos románicos simbolizando a figuras protectoras del templo (león y grifo son animales que pueden representar a Cristo) que al sujetar a animales o hombres, exigen respeto pero también conceden protección.
Castillo Mudéjar de Coca
Situado en el extremo occidental del casco urbano y aprovechando como defensa natural uno de los meandros naturales que traza el río Voltoya a su paso por la villa, el castillo de Coca está considerado una de las obras cumbres del gótico mudéjar español, así como uno de los castillos castellanos más icónicos.
Fue mandado levantar en el año 1473 por Don Alonso de Fonseca, Tercer Señor de Coca, una vez que en 1453 el rey Juan II había otorgado su permiso para tal empresa a su tío y Arzobispo de Sevilla también llamado Alonso de Fonseca. Su artífice material fue el alarife Alí Caro, de origen musulmán, residente en Ávila y a quien también se le atribuye la construcción del castillo toledano de Casarrubios del Monte.
Tiempo después el castillo de Coca pasaría a manos de la Casa de Alba, la cual, en 1954 lo cedería al Ministerio de Agricultura con el fin de instalar en él una escuela de capacitación forestal aún a día de hoy activa. Fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1928.
Edificado en su totalidad en ladrillo salvo en saeteras y ventanas para las que se destinó material pétreo, lo primero que llama la atención del castillo caucense es que no se encuentra, como es habitual en la mayoría de fortalezas, en una posición elevada, sino que se asienta en un terreno totalmente llano y abierto a la población.
Dicha circunstancia se explica porque el de Coca, sin renunciar a unas potentes defensas en las que a continuación nos detendremos, es un castillo de eminente carácter señorial y residencial.
Consta de un enorme foso abordable a través de un puente levadizo que desemboca en el primero de los dos cinturones fortificados existentes, el cual, es franqueable a través de una potente puerta enmarcada por sendos cubos ligeramente ochavados y almenados.
Este cinturón defensivo exterior, comunicado directamente con la muralla, presenta planta cuadrangular con cuatro torreones octogonales en los ángulos y dotado de pequeñas torretas y garitones de vigía en cada uno de los lienzos.
El segundo de los recintos se corresponde con el núcleo residencial de la fortificación propiamente dicho, cuyas principales estancias se articulan en torno al Patio de Armas; un espacio que en la actualidad es réplica del suntuoso patio original, desmontado y vendido por la Casa de Alba durante la primera mitad del siglo XIX.
También de planimetría cuadrangular y reforzado en varios de sus lienzos por cubos almenados, el espacio principal del castillo queda definido por cuatro potentes torres en cada uno de sus ángulos, llamadas popularmente Torre del Homenaje, Torre de Pedro Mata, Torre de la Muralla y Torre de los Peces.
La más llamativa de todas es, obviamente, la Torre el Homenaje, situada en la esquina nororiental del conjunto, dominando la población y con visibilidad directa desde su parte más elevada con las no lejanas fortalezas de Cuéllar e Íscar.
Subiendo una característica escalera se continúa a una preciosa estancia abovedada con nervaduras góticas conocida como Sala de Armas, y un tercer salón cuadrangular previo al espacio exterior, en el cual, se habilitaba un depósito de aguas.
La segunda de las torres en relevancia es la de Pedro Mata, así conocida por un caballero al servicio de la Familia Fonseca. Como la del Homenaje aunque de menor tamaño, consta de una zona de mazmorras a la que se superponen otras dos estancias, una de ellas, de gran belleza, conocida como Sala de los Jarros por los motivos pictóricos en ella desplegados.
En las otras dos torres, comunicadas entre sí como con las anteriores por medio de adarves o caminos de ronda, destaca la Sala de los Peces, ricamente decorada con peces rojos y azules entre azulejos y arquitecturas fingidas.
Así pues, el castillo de Coca, como hemos dicho, puede ser considerado una de las obras cumbres del gótico-mudéjar castellano, una construcción en la que el empleo del ladrillo alcanza su máxima expresión no solo con fines constructivos, sino también decorativos.
Samboal
La calidad y belleza de esta iglesia se atribuye a que perteneció a un monasterio benedictino en el siglo XII. De gran efecto estético es el conjunto de cabecera con tramo presbiterial recto y ábside de semitambor junto a la torre. Todo ello con decoración de arcos de ladrillo y frisos de esquinillas. En el interior, este juego de arquerías es aún más impactante y demuestra la calidad de su fábrica.
Nieva
Nieva es un pueblo del suroeste de la provincia de Segovia, un territorio donde el románico puro de cantería pétrea se comienza a combinar con otras donde se emplea el ladrillo.
La preciosa iglesia parroquial de San Esteban de Nieva es, tras su restauración, un excelente representante del románico mudéjar segoviano.
Se trata de un templo rural de una nave con cabecera de tramo recto y ábside semicircular, campanario y galería porticada en el costado sur.
Se trata de uno de los ejemplos más claros dentro del arte medieval segoviano del empleo del ladrillo en templos de tradición románica, pero con muy escasos elementos de verdadera tradición hispanomusulmana.
De hecho, en Nieva (y no es el único caso en absoluto dentro de la provincia de Segovia) las partes de ladrillo que pudiéramos considerar "mudéjares" se combinan con otras de piedra completamente románicas, como sucede en la galería porticada.
No es de extrañar que muchos autores sigan rechazando el uso del término "mudéjar" o incluso de "románico-mudéjar" para estos templos y prefieren la denominación "Románico de Ladrillo" pues consideran que se trata de una mera aplicación de un material más práctico a programas completamente románicos. Por ejemplo, El catedrático Valdés Fernández califica a estos templos "obras de albañilería románica" para distinguir estas iglesias de las verdaderas obras mudéjares de otras latitudes, aunque matizando la distinción entre cantería románica (románico auténtico, en piedra) y el empleo del ladrillo de estos edificios.
Hasta comienzos de este siglo la galería porticada de la iglesia de Nieva se encontraba cegada, con el fin de ampliar el espacio del interior de la iglesia.
Tras su restauración, observamos uno de los más interesantes ejemplares de pórtico románico que podamos contemplar en este territorio de la Extremadura castellana donde tanto abundan.
Como anunciamos al principio, en esta galería porticada se combinan partes de ladrillo (arcos y pilares extremos) con otras de piedra tallada (columnas completas).
Elemento especialmente interesante es su torre, que a modo de cimborrio cabalga sobre el primer tramo de la nave, como ocurre en San Clemente, Santísima Trinidad, de Segovia, y Carbonero el Mayor. Es de planta rectangular, con dos cuerpos de campanas, más el de arranque. En las caras más anchas, que dan a oeste y este, hay abiertos dos vanos mediante arco doblado, siendo el del primer piso apuntado, y el del superior, de medio punto.
Exteriormente, el ábside se articula mediante tres pisos de arquerías ciegas y dobladas semicirculares, sin impostas, que crean verticalmente nueve calles. Por encima se remata con franja de esquinillas y tres filas de ladrillos forman el alero. Los muros del presbiterio muestran dos arcos doblados separados por recuadros o falsos alfices, y por encima, seis rectángulos verticales y estrechos.
La preciosa puerta septentrional dispone de cuatro arquivoltas y tiene la originalidad de que su perfil es de nacela, con lo que no se crea el habitual escalonamiento, sino un derrame continuo. La puerta meridional tiene tres arquivoltas y alfiz.
Cuellar
Se tiene conocimiento de asentamientos en la zona durante el periodo de la Edad de Hierro gracias a los yacimientos encontrados en la parte alta (un poblado) y en la parte de las Erijuelas de San Andrés (una necrópolis). El historiador español del siglo XVI, Diego de Colmenares, relacionó esta villa con la antigua Colenda de los romanos, pero es una tesis que otros historiadores rechazan. No se han localizado vestigios romanos.
La primera repoblación medieval fue llevada a cabo después de la batalla de Simancas (939), sin que pueda precisarse el año ni su repoblador. Su vida fue efímera, pues perteneciendo al condado de Castilla, fue arrasada por el caudillo Almanzor en el año 977, trasladando a Al-Ándalus a sus habitantes como esclavos. Más de un siglo después tuvo lugar la segunda y definitiva repoblación, producto del movimiento repoblador llevado a cabo por Alfonso VI de Castilla, y encomendada al magnate Pedro Ansúrez, tal y como recogen el Chronicón de don Pelayo y El conde Lucanor. Su fundación siguió el modelo de las Conunidades de Villa y Tierra, surgiendo tras la misma la Comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar; actuó por primera vez como concilium en 1147, y el rey Alfonso VIII de Castilla celebró las Cortes de Castillaen Cuéllar en 1184.
El buen nivel económico conseguido al final del reinado de Fernando III de Castilla y muy especialmente durante el de su hijo Alfonso X el Sabio, la convirtieron en una de las poblaciones más importantes de la meseta del Duero. El rey Alfonso, quien mostró una profunda predilección por la villa, implantó en ella un importante emporio ganadero que, junto a las exenciones que hizo en su Fuero Real (1256) confortaron una próspera economía derivada de la producción lanera, exportada ya desde el siglo XII a los telaresflamencos utilizando los puertos del Cantábrico.19 Su hijo Sancho IV de Castilla frecuentó la villa como coto de caza y la mujer de éste hizo de ella su baluarte a la muerte del rey. En el castillo de Cuéllar celebró María de Molina las Cortes de 1297 y permaneció refugiada ante el peligro de quienes intentaron arrebatar la Corona de Castilla al futuro Fernando IV de Castilla.
En la primavera de 1354 la iglesia de San Martín fue el escenario del matrimonio entre Pedro I de Castilla y Juana de Castro. Tras su asesinato y la proclamación como nuevo rey de Enrique II de Castilla, la villa pasó a manos de la Corona, pues pertenecía por herencia a su esposa, Juana Manuel. Posteriormente fue heredada por Juan I de Castilla, quien la visitó con frecuencia, y en ella se encontraba cuando en 1382 la reina Leonor de Aragón falleció de sobreparto, entregándosela un año después en arras a su nueva mujer, Beatriz de Portugal. Meses antes de morir el rey, concedió las ferias de Cuéllar con los mismos privilegios que las de Valladolid. Durante el señorío de la villa por parte de Fernando I de Aragón, sus habitantes acudieron a la conquista de Antequera comandados por Fernán Velázquez de Cuéllar, su canciller mayor, y su producción lanar pasó de los telares flamencos a los catalanes.
Juan I
El señorío de Cuéllar fue entregado en 1444 al valido de Juan II de Castilla, el condestable Álvaro de Luna, quien se encontraba en Cuéllar cuando fue prendido y trasladado a Valladolid para ser decapitado, siendo entregada a la princesa Isabel. El nuevo monarca Enrique IV de Castilla celebró las primeras Cortes de su reinado en la villa, y se la compró a su hermanastra por 200.000 doblas de la banda en concepto de dote para entregársela a su valido Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque y Gran Maestre de la Orden de Santiago en 1464. El nuevo señor reforzó y amplió su recinto amurallado y castillo ante las posteriores amenazas de la reina Isabel, quien quiso a toda costa recuperar su posesión.
Durante el siglo XVII Cuéllar experimentó un gran retroceso y decadencia, lo mismo que ocurrió en casi todas las antiguas villas que fueron sede y refugio de los reyes antes de que éstos se inclinaran por una sola ciudad (Madrid), donde residía la Corte. En el siglo XVIII y gracias a las normas dictadas por Carlos III para el reparto de tierras concejiles, la ciudad se recuperó social y económicamente. Más tarde, el paso de los franceses en los años 1808 y 1809 supuso una funesta situación. Fueron saqueados los templos y sus tesoros y expoliada toda riqueza, como la colección de joyas históricas y de armas que se guardaba en el castillo.
Después de la Guerra Civil Española el castillo se destinó a cárcel de presos políticos. Pasados unos años fue sede de un sanatorio para tuberculosos y más tarde volvió a ser cárcel de presos comunes.
Los productos agrícolas y ganaderos de la zona salvaron a Cuéllar de los años deficitarios de la posguerra, mientras en los pueblos de alrededor hubo mucha emigración al extranjero, quedando casi vacíos.
La importancia del casco histórico de Cuéllar se ve respaldada por la declaración de la villa dentro de la categoría de Conjunto Histórico-Artístico en el año 1994. Además, han sido declarados de forma independiente siete edificios como Bienes de Interés Cultural. Una de las características que más define al casco histórico de Cuéllar es la conservación de la planta y trazado medieval de la típica villa castellana.
El centro neurálgico de la villa es su plaza mayor de aire castellano, presidida por el edificio del ayuntamiento, una edificación construida entre finales del siglo XV y principios del siglo XVI sobre los restos de la cárcel vieja, en la que destaca un patio interior de estilo gótico-renacentista dedicado a Isabel la Católica.
Frente al ayuntamiento se localiza la iglesia de San Miguel, parroquia titular de la villa dedicada al Arcángel Miguel, patrón de ella, y que comprende una mezcla de estilos arquitectónicos que abarcan desde el románico de piedra hasta el barroco, y en su interior se conservan obras de Pedro de Bolduque, de Luca Giordano y de la escuela de Gregorio Fernández. De la plaza arranca la calle de San Pedro, sembrada de casas blasonadas hasta desembocar en la iglesia románica de San Pedro, desamortizada en el siglo XIX y actualmente ocupada por el sector hostelero.
De similares características es la calle de la Morería, a través de la cual se extendía el barrio musulmán, caracterizada por su inclinada pendiente, al igual que la calle del Colegio, que toma el nombre del colegio de Niñas Huérfanas que existió hasta el siglo XX, del que aún queda en pie una recoleta capilla. Una vez en la plaza del Mercado del Pan, espacio en el que se celebraba el mercado de cereal, aparece el hospital y capilla de la Magdalena, fundado en el primer tercio del siglo XV por el arcediano Gómez González, y ya dentro del barrio hebreo, el Estudio de Gramática, otra de sus fundaciones, ambos edificios con portada gótica y blasonada.
Presidiendo la zona alta de la villa se localiza el castillo de los Duques de Alburquerque, el monumento más emblemático de la misma, declarado Monumento Nacional en 1931. Fue construido en fecha desconocida sobre el ángulo sureste de la muralla de la villa, motivo por el cual conserva varios elementos mudéjares, entre ellos la puerta sur, antigua entrada al recinto murado de la ciudad.
El edificio fue refugio de la reina María de Molina tras los disturbios ocasionados a la muerte del rey, y en recompensa a la fidelidad y lealtad mostrada por la villa, su castillo se convirtió en lugar de celebración de las Cortes del reino en el año 1297. También fue residencia puntual de Juan I de Castilla y de su esposa doña Leonor, quien falleció entre sus muros de sobreparto. En el primer tercio del siglo XV fue donado a don Álvaro de Luna, y posteriormente Enrique IV de Castilla se lo compró a su hermanastra la infanta Isabel para entregárselo a su valido Beltrán de la Cueva, a cuyos descendientes pertenece en la actualidad.
Se trata de una edificación principalmente gótica y renacentista, con un aire más palaciego que militar, debido las remodelaciones llevadas a cabo a partir del siglo XVI por la Casa Ducal de Alburquerque. En su interior destaca el patio de armas, delimitado por dos crujías laterales y una frontal con una suntuosa galería renacentista, producto de las sucesivas obras llevadas a cabo por Juan de Álava, Hernán González de Lara, y Juan y Rodrigo Gil de Hontañón.
De ambos extremos del castillo nace la muralla de Cuéllar, un triple recinto amurallado de origen románico, que con una longitud actual de 1.400 m y 2.000 en origen, representa una de las murallas más importantes y mejor conservadas de Castilla y León. Se compone de tres recintos diferenciados: el de la ciudad, que delimita la zona más próxima al castillo y bordea la parte alta de la villa, el de la ciudadela, que recoge entre sus muros la parte más baja de la misma, y la contramuralla, barrera que abrazaba los dos anteriores, y de la que menos restos se conservan.
A lo largo de su perímetro se levantaron hasta once puertas de acceso, de las que se conservan siete, destacando entre todas ellas el Arco de San Basilio, de estilo mudéjar y apariencia de fortín, que presenta gran semejanza con la arquitectura militar toledana del siglo XIV.
En la actualidad se está llevando a cabo una intensa restauración de la muralla, gracias a un proyecto financiado por el Gobierno Español, que tiene como objeto recuperar el adarve y hacer transitables algunos de sus tramos, como ocurre en las murallas de Ávila.
Cuéllar es uno de los principales focos de arquitectura mudéjar en la cuenca del Duero, y el más numeroso de Castilla y León, producto de la importante comunidad musulmana que sostuvo hasta el siglo XV. El ejemplo más singular es la iglesia de San Andrés, construida en el siglo XIII, extramuros y cercana al castillo, cuya planta fue calificada por Lampérez y Romea como la mejor de su estilo,32 y declarada Bien de Interés Cultural en 1982; destacan en su interior importantes frescos murales de estilo mudéjar.
También junto al castillo se erige la iglesia de San Martín, de la misma época y catalogación, en la que el rey Pedro I de Castilla contrajo matrimonio en la primavera de 1354 con Juana de Castro, y que en la actualidad alberga el Centro de Interpretación del Arte Mudéjar, pionero en España.
Otro importante ejemplo lo encontramos junto al barrio judío, la iglesia de San Esteban, que está datada en el siglo XII, y cuyo imponente ábside fue definido por el Marqués de Lozoya como una de las obras más originales de su estilo, y ha sido calificado como el más representativo, elegante y decorado del mudéjar. Conserva en su interior cuatro sepulcros gótico-mudéjares decorados con yeserías de arabescos fechados en los siglos XV y XVI.
Ya en el centro de la población se sitúa la iglesia de San Miguel, en la cuál se hizo la primera instalación de reloj mecánico de torre que se instaló en España datado a finales del siglo XIV y que conserva restos de su atrio mudéjar, a escasos metros se alza la torre de la desaparecida iglesia de Santa Marina, única de ladrillo en Cuéllar, en cuya nave fue enterrado el cronista Antonio de Herrera . Atravesando la calle que discurre desde la plaza de Santa Marina nos encontramos con el ábside de la antigua iglesia de San Blas, que a pesar de haber sido reutilizado en el siglo XVI, conserva todavía los tres cuerpos de ladrillo mudéjar.
Al sur de la villa, y junto a la carretera de Arévalo, se localiza la iglesia del Salvador, datada también en el siglo XIII y construida sobre una anterior perteneciente al románico de piedra, a la que sus curiosos contrafuertes que simulan arbotantes góticos le confieren una singularidad especial.
Son muchas las construcciones mudéjares segovianas que dejamos por el camino que nos pueden servir para otros periplos donde el ladrillo es el protagonista algo que, siendo básico, ha dado mucho en lo que al arte se refiere. Son siglos en los que ha servido de base para la construcción y el arte, hasta que, en los tiempos actuales, ha entrado en crisis…
Esperamos que esta pequeña recopilación de datos nos haya hecho, admirar y comprender mejor este tipo de arte y el entorno que lo rodea; si es así, nos damos por satisfechos.